Contribución bibliográfica para el estudio
del teatro prehispánico en Venezuela
Los
rastros del teatro en nuestro territorio se remontan a algunas manifestaciones
parateatrales y prototeatrales, así designadas en su momento por falta de mayor
documentación y por tanto marginadas de la curiosidad del grueso de nuestra
gente de teatro, quizás, por no asumirse dentro del canon del teatro occidental; pero
este criterio pierde de vista la seducción que el teatro ancestral produjo en
hombres de teatro como Artaud, Brecht, Grotowski, Peter Brook, Eugenio Barba,
sólo por mencionar algunos, además del alcance de las más recientes
investigaciones que ya no tardan en calificar de «teatrales» algunas de estas
manifestaciones primitivas por confirmarse en ellas, entre otros aspectos, la
presencia de un público que asume de manera explícita la función de espectador. Así, la suerte de nuestro teatro primitivo ha corrido por la mirada del conquistador,
como apunta el venezolano César Rengifo.
Los historiadores y
cronistas europeos del tiempo del descubrimiento y conquista, preocupados
principalmente por los grandes acontecimientos que sucedían día a día con
vertiginosa rapidez y muy atentos a todo lo novedoso, extraño y sorprendente
que iba ofreciendo el nuevo mundo descubierto, se ocuparon poco por referir
detalladamente la actividad dramática cumplida por los diferentes pueblos que
habitan estos vastísimos territorios. Sus anotaciones sobre ellas son breves y
en muchos casos llenas de reservas o críticas, por cuanto no en pocos de ellos
pasaba el prejuicio de considerarlas como prácticas idolátricas, que en
servicio de la religión cristiana debieran ser combatidas.
Una
mirada mestiza sobre este asunto la encontramos en el Cuzco con el inca
Garcilaso de la Vega, quien señala en sus Comentarios
Reales la habilidad de los Amantas como «filósofos» para componer comedias
y tragedias representadas en días de fiestas solemnes a sus reyes y señores que
asistían a ver los argumentos sobre la agricultura, la hacienda o de las cosas
caseras y familiares.
Tierra
adentro, una tradición de cronistas e historiadores, refiere Rengifo, casi
desde el descubrimiento y la conquista hasta nuestros días ofrecen datos, en
menor o mayor medida, en relación a las fiestas dramáticas y dancísticas que
solían hacer nuestros indígenas. Una de esas primarias referencias es Pedro
Martín de Angleria, en sus Décadas del
Nuevo Mundo, donde anota aspectos sobre los bailes y ceremonias de los
pobladores de Cumaná. Por otra parte, Felipe Salvador Gilij, José Gumilla,
Arístides Rojas y Juan José Landaeta hicieron aportes en la materia. También
encontramos a Lisandro Alvarado y a Miguel Acosta Saignes, éste último en su
ensayo El teatro primitivo en Venezuela
reseña los trabajos del investigador indigenista Gilberto Antolínez en relación
al área de los Timoto-cuicas y las instituciones de los Muku y Jirajaras, de la
región andina, y la de algunos antiguos pobladores orinoquenses. Anteriormente,
diversos autores andinos como José Ignacio Lares, Julio C. Salas, Tulio Febres
Cordero y Américo Briceño Valero, comentaron extensamente la ceremonia anual
denominada “La bajada del Ches”. Briceño Valero, en su libro La ciudad portátil, afirma haber visto a
los nueve años de edad, en la Plazuela (Chacún) localidad cercana a Trujillo,
una representación teatral efectuada por los indígenas descendientes de los
timotiés, hablada en su propia lengua, de la cual nos asegura.
Tenían teatros. No grandes y decorados como los de hoy, pero eran teatros. Un estrado, planchada o escenario, donde hombres disfrazados hablan, cantan y gesticulan, haciendo ver a los espectadores escenas de una historia real o fingida, es un teatro. Eso lo hacían los indios andinos. Eso era una representación dramática o cómica, o trágica o épica. ¡Lo que fuera eso era teatro! Y eso demuestra el alto grado de cultura…